El SSD es más imprescindible que nunca
Es probable que a estas alturas ya dispongáis de alguna unidad SSD en tu PC, pero tanto si ya lo hacías como si no este es un gran momento para invertir en este apartado.
Si ya contabas con una unidad de estado sólido en tu PC seguramnente habrás notado la mejora tanto en arranque del sistema operativo como en tiempos de respuesta o de lanzamiento de programas y juegos. Si lo hacías estás de enhorabuena también, porque las unidades SSD jamás han sido más interesantes que en estos tiempos.
Eso se debe a que los precios han bajado de forma notable en los últimos años y adquirir una unidad de gran capacidad ya no está fuera de nuestro alcance: a menudo es posible encontrar SSDs de 1 TB de capacidad por unos 110 euros, pero aquí hay una distinción importante que afecta a ese componente fundamental de cualquier PC: su placa base.
Las unidades SSD con conector SATA tradicionales siguen siendo una buena opción para todo tipo de usuarios, pero es que la revolución de las unidades M.2 ya es un hecho, así que si tu placa base tiene uno de estos conectores harás bien en aprovecharlos.
El precio de esas unidades SSD en formato M.2 no es ya tan distinto del de las unidades SATA, y si tu placa base además soporta el estándar NVMe puedes adquirir unidades que también sean compatibles con esta tecnología para lograr velocidades de transferencia y acceso aún más rápidas que pueden triplicar fácilmente las de las unidades SSD SATA.
Hay otra alternativa curiosa para quienes no tengan esas ranuras M.2: aprovechar alguna de las ranuras PCIe de su PC que no estén ocupadas por periféricos como tarjetas gráficas y reutilizarla con un adaptador de PCIe a M.2. Hay un gran número de adaptadores a precios muy asequibles en el mercado que nos permitirán usar este pequeño "truco" para ganar esas ranuras y aprovechar las capacidades de las unidades SSD M.2 NVMe.
Evidentemente aprovechar estas unidades es tan importante como saber combinarlas con el almacenamiento masivo que ofrecen las undiades de disco duro tradicionales. Los HDD siguen teniendo mejor precio por GB, y de hecho es buena idea combinar una unidad SSD de, por ejemplo, 512 GB, con una unidad HDD de al menos 4 TB.
Con ello podremos "jugar" con esas capacidades y situar el sistema operativo y las aplicaciones más frecuentes en el SSD y los datos e incluso los juegos —que cada vez más frecuentemente acaban ocupando más GB en disco de lo que uno espera— en esas unidades HDD de gran capacidad.
Una mejora crítica para gamers: la tarjeta gráfica
Si no sois "jugones" podéis obviar esta actualización, pero es probable que si tenéis un PC queráis aprovecharlo tanto para trabajar como para jugar.
Si el equipo tiene ya cierta edad puede ser que la tarjeta gráfica que comprasteis ya se haya quedado algo anticuada. Como ha ocurrido en otros muchos casos, la evolución en este segmento ha sido notable y hoy en día es posible dar un salto cualitativo en el terreno gráfico sin que la inversión sea brutal.
Eso os permitirá garantizar buenas tasas de fotograma a resoluciones 1080p o incluso superiores incluso con un alto nivel de detalle en los juegos. Aquí, eso sí, habrá que tener cuidado, porque el cielo es el límite y hay gráficas dedicadas tan potentes como caras: si queremos ser recatados en la inversión no podremos aspirar a lo mejor de lo mejor.
Aún así hay opciones muy interesantes para jugar con buenas garantías en Full HD e incluso a 1440p si tenemos cuidado con el nivel de detalle en los juegos más exigentes. Es importante tener en cuenta que para jugar sin cortapisas a 1080p es recomendable contar con una gráfica con al menos 4 GB de memoria gráfica, pero cuidado porque tampoco hay que obsesionarse con este apartado.
Aquí hay alternativas como las AMD Radeon RX 5600 XT que rondan los 300 euros actualmente, aunque podremos ahorrar algo (y perder también rendimiento) con las Radeon RX 5500 XT (230 euros en Amazon). También tenemos las soluciones de NVIDIA, por supuesto: las GTX 1650 (rondan los 160 euros) o las GTX 1660 Ti (unos 290 euros) pueden ser también una buena opción que sin duda nos dará muchas alegrías a largo plazo.
A partir de aquí podemos valorar invertir más o menos dinero con tarjetas gráficas aún más potentes, pero también podemos recortar e ir incluso a otro recurso: las gráficas "potentes" de la anterior generación ahora son más baratas.
De ese modo, no es mala idea contemplar el mercado e intentar ver si una GTX 1060 o incluso una GTX 1070 pueden ser opciones interesantes, como también unas nada despreciables Radeon RX 580 con 8 GB de memoria GDDR5 que no es difícil encontrar a 170 euros y que son por ejemplo más interesantes que las GTX 1650 en precio/prestaciones.
En esa elección de la gráfica quizá no estaría de más prestar atención al soporte de tecnologías de sincronización vertical NVIDIA G-Sync y AMD FreeSync que están disponibles actualmente. Estas tecnologías evitan artefactos visuales durante nuestras partidas pero atención: deben ir acompañadas de un monitor que también esté dotado de alguna de ellas.
La de NVIDIA es menos frecuente y más cara, así que quizás a la hora de ajustar el presupuesto eso decante la balanza a favor de gráficas de AMD que luego podamos combinar con un monitor con soporte FreeSync, algo muy común y que no implica necesariamente un desembolso elevado.
Lo que está claro es que estas dos primeras mejoras para vuestro PC tienen muy claramente definido su público objetivo. Si tenéis que elegir entre una y otra, basta con hacer una pregunta: ¿ese PC que queréis actualizar es para trabajar, o para jugar?. Si vais a jugar mucho la inversión se debe centrar totalmente en la tarjeta gráfica. Si usáis el PC más para trabajar, la unidad SSD siempre será una elección perfecta.
Más memoria, esto es la guerra
El tercero y último de los apartados que nunca está de más ampliar en nuestro equipo es la memoria. Si el PC es algo antiguo es probable que no lo configuráramos con demasiada memoria RAM cuando lo montamos, y este apartado, aunque no tan crítico como los dos anteriores, puede ser un complemento relevante para escenarios de trabajo y de ocio.
Aquí de nuevo es importante que tengamos claro cuál es la placa base de nuestro PC y sus opciones de soporte en este sentido. Lo normal es que si tiene unos pocos años use módulos DDR4, pero cuidado por si es algo más antiguo y todavía usa módulos DDR3 (o DDR2/DDR, si tiene aún más años). En el primer caso, que como decimos será el más habitual, habrá que comprobar cuál es la frecuencia máxima de los módulos de memoria que se soportan en la placa.
Eso no significa que si compramos un módulo DDR4 a 3200 MHz no vayamos a poder aprovecharlo: solo que desaprovecharemos parte de su potencial, porque quizás nuestra placa solo admita módulos a 2666 o 3000 MHz.
La propia BIOS del sistema ajustará la velocidad a la adecuada si usamos módulos que soportan aún más velocidad que la que soporta la placa base, aunque siempre podremos tratar de modificar esos parámetros desde la configuración de esa BIOS, algo que no obstante no es recomendable para los no iniciados.
Lo que sí se cumple es que en el ámbito de la memoria RAM, cuanta más podamos instalar, mejor. En equipos con 4 GB el salto a los 8 GB es notable, pero si podemos es recomendable ir a 16 GB de RAM. Más allá el coste se dispara un poco, pero como decimos esta ampliación siempre es interesante.
Es importante también comprobar si podemos aprovechar la memoria Dual Channel, que permite aprovechar al mismo tiempo dos canales de comunicación entre la CPU y la memoria.
Eso hace posible una transmisión de datos más rápida, y en las placas base que lo soportan podremos utilizar módulos de RAM por pares (que precisamente se venden así por este motivo) y que colocaremos en ranuras normalmente intercaladas en distintos bancos de memoria, algo que suele indicar el manual de usuario de la placa base.
Contar con más memoria RAM es útil en el día a día porque facilita aprovechar entornos multitarea de mayor capacidad. Tener más aplicaciones abiertas al mismo tiempo hace necesaria más memoria para almacenar esos datos, por ejemplo, pero además hay un caso de uso cada vez más importante: el de los navegadores web, en los que cada pestaña suele ser un proceso aislado con sus propias necesidades de memoria.
A medida que vamos abriendo pestañas, el consumo global del navegador crece de forma notable, y las modernas aplicaciones y servicios web han hecho que ese apartado crezca de forma notable. Así pues, con más memoria RAM notaremos cómo podremos trabajar con más pestañas del navegador abiertas sin perder fluidez al ir pasando de unas a otras, por ejemplo.
En los juegos también es importante contar con memoria RAM suficiente: un informe de TechSpot en el que se analizaba el rendimiento con diversos títulos y con configuraciones de 8, 16 y 32 GB dejó claro que hoy en día contar con 16 GB es especialmente recomendable: el salto a los 32 GB no se nota apenas, pero sí hay decremento del rendimiento de los 16 a los 8 GB.
FUENTE: Xataka
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